(narrado por Mike)
Mi teléfono volvió a sonar, era un número oculto. Posiblemente fueran de vodafone.
Contesté sin ganas.
-Diga.
-Mike, si quieres verla estate a las 6 en el aeropuerto.
Era una voz femenina.
-¿Qué? ¿Quién?
-Oh, dios mío.. Elith idiota.
-¿Quién eres?
-Digamos que una persona que intenta que todo te valla bien.
-¿Qué?
-Intenta que te perdone.
-Pe...
Colgó.
Posiblemente sería Mónica, o quizá Nicole. No lo se, pero me acababa de dar la oportunidad que necesitaba para hablar con ella.
Caminé deprisa a casa. Jeremy debía de estar histérico. Abrí la puerta con cuidado, quizá con un poco de suerte papá se había ido a trabajar y mamá había salido. Cerré con cuidado y fui a la cocina. Guay. Jeremy estaba sentado en la mesa, y mamá hacía tostadas.
-Hombre, el chico desaparecido-dijo Jeremy con tono burlón.
Tiré la bolsa de lo que había comprado encima de la mesa.
-Tu desayuno.
Mi madre se giró y me sonrió.
-Perdona mamá, anoche necesitaba que Jota se quedara y como tenia hambre fui a comprarle algo para desayunar.
Mamá se acercó para besarme la mejilla, pero entonces me dio un bofetón en la mejilla. Miré al suelo.
-Encima de desaparecer toda la noche, de perderte por ahí con una barrio bajera, dios sabe cuantos años mayor que tu, borracho y sucio un día de semana, y de dejar a tu amigo solo aquí, en tu casa, para cubrirte, que al saber lo preocupados que estarán sus padres, y también, como iba a olvidarme, sin decirnos nada ni a tu padre ni a mi, sin llamarnos, igual que si fuéramos unos ingenuos. Encima de todo eso me mientes. Creía haberte educado mejor.
La miré. Podía ver la decepción en sus ojos. No había sido así, en parte no.
-No es como tu piensas mamá.
-¿A no? ¿Y cómo es entonces Michael?
Se quedó esperando una respuesta. Miré a Jeremy, mi mejor amigo no podía hacer nada ahora. ¿Qué haría? No podía decirle a mi madre que mi mejor amigo había bebido y consumido droga hasta no poder tenerse en pié, y que yo me había ido a intentar recuperar a la chica de mis sueños. Ella no lo entendería.
-Lo siento mamá.
Suspiró.
-No piensas decírmelo ¿no? Bien. Estás castigado, no saldrás de aquí en toda la semana.
-¿Qué? No mamá hoy no por favor, castigame mañana.
-Tu castigo empieza ahora. Más te vale no salir de casa.
-Tengo casi 18 años, no puedes tenerme como a un crío de cinco mamá.
-Y tampoco pienso permitir que vivas como a un malcriado, drogadicto y borracho del que todos hablan.
-¿Eso es lo que te preocupa lo que diga la gente?
-No, me preocupa qué harás tu con tu vida. Eres mi hijo, lo que más quiero en el mundo, y no pienso permitir que tires tu vida por la borda en una etapa de tu adolescencia.
Asentí. Lo hacía por mi bien, y le dolía pensar que su niño había desaparecido. ¿Qué me había pasado? Había cambiado todo por no querer estar con ella, por no querer ser como ella, por ser popular, guapo y gustarle a todas las tías, por no sentir el calor de la persona que me gustaba, por ser como los demás. Recordaba la mirada de Elith, mi mejor amiga. Todo iba bien hasta que esa mirada empezó a cambiar. Cada día era más bonita, más juguetona, más perfecta. Me encantaba, pero empecé a tenerle miedo, a tener miedo de pensar que me había enamorado de aquellos ojos de dos colores: verde y marón. Miedo de dejar de mirarla con los ojos de niño, y empezar a atraerme por ella, por su cuerpo, por sus curvas, su escote, sus bonitas piernas, su falda corta... Y cambié, huí de ella de la única manera fácil que encontré. Era como todos, era un puto idiota.
-Bueno, tendría que irme, es tarde.-Jeremy interrumpió mis pensamientos.
-Si claro, llámame luego.
Se fue. Miré a mamá.
-Mamá.
Ella me miró aun aturdida por lo ocurrido.
-Hoy tengo que salir.
-No hablar, estás castigado.
-Por favor, es muy importante.
-No.
-Te lo explicaré.
-Ya has tenido tu momento.
-Te lo explicaré todo, te diré donde estuve ayer, todo lo que hice, todo lo que me pasa, solo necesito salir una hora.
-¿Para qué? ¿Para ir a comprar droga por ahí? ¿Para emborracharte? ¿O para darte el gusto con alguna barrio bajera?
-No mamá, para despedir a Elith.
-¿Elith?
Asentí.
-¿Dónde se había metido? Pensé que habíais discutido. Hace mucho que no viene a casa.
-Es mi culpa...
Miré al suelo.
-¿Y cómo que la despides?
-Se va a Estados Unidos a estudiar.
La miré de nuevo.
-Por favor, es muy importante, ayer metí la pata con ella, no se cuando la volveré a ver, no se si ni siquiera me dirigirá la palabra, pero necesito ir.
-Es tarde, haberlo pensado antes.
-Por favor mamá, castigame después. Un mes, dos, quítame el móvil, la televisión, todo. Pero déjame ir al aeropuerto.
-¿Tantas ganas tienes de verla? Si hace mucho que ni la mencionas.
-Es mi mejor amiga mamá.
Suspiró.
-Tienes una hora, avísame cuando salgas y cuando llegues.
Sonreí y asentí.
-Y cómete el desayuno, te vendrá bien.
Puso unas tostadas sobre la mesa y un tarro de mermelada de melocotón: mi favorita. Me senté en la mesa sin pronunciar palabra. Ella recogió todo lo que había ensuciado y se fue al salón. La escuche cantar la misma canción una y otra vez. Mamá tenía una bonita voz, aun no sé como no se dedicó a cantar.
Recogí los restos de mi desayuno y fregué los cubiertos. Era el único modo del que sabía agradecerle que me preparar el desayuno cada día. Me encerré en mi habitación y puse a Metálica a todo volumen en mi cadena de música. Me tumbé en mi cama y dejé que mi mente se perdiera. No sabía si Elith me miraría a la cara, ni que podría decirle para que me entendiera. Ni siquiera yo podía entenderme, ¿cómo esperaba que ella lo hiciera? Me zambullí en mis pensamientos dejando que todo se paralizara.
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