Te veo :)


jueves, 8 de septiembre de 2011

Capítulo 17:


(Narrado por Mike)
El tic tac del reloj de mi mesita de noche penetraba en mi cabeza. Cada vez tenía un sonido más fuerte. Eran las ocho y cinco. A penas habían echo dos hora desde que Elith se había ido en aquel avión. Tenía los nudillos ensangrentados, escocían, pero no tanto como me escocía el vacío que sentía desde que la había visto partir. Una única pregunta rebotaba en mi cabeza: ¿me había perdonado? ¿aquel abrazo significaba que todo volvía a ser como antes? No podía saberlo. Solo sabía que, a pesar de todo el daño que yo le había echo, ella había demostrado ser mi mejor amiga. Elith siempre había sido la mejor amiga que todo el mundo habría querido tener, y yo la había despreciado. ¿Seré idiota?
Jeremy no había parado de mandarme mensajes al móvil, de llamarme sin obtener respuesta. Estaría preocupado. ¿La verdad? me traía sin cuidado. Ahora mismo nada me importaba. ¿Por qué fui tan idiota? ¿Por qué siento que la necesito? No la amo, no se lo que es eso. No, no puedo amarla. Nunca creí en el amor. No existe. Y si existiera no querría sentirlo jamás, pues dicen que duele. ¿Duele? A mi me duele el corazón cuando pienso en Elith. No, no puede ser amor, es mi mejor amiga... No lo entiendo.
Me tumbé en la cama y me puse los cascos del mp3. Lo encendí. La siguiente canción en la lista venía pintada.
Nunca me gustó esa canción. Pero la tenía por ella. Elith la metió en mi mp3 por error cuando me lo regaló el 15 de julio por mi decimosexto cumpleaños, y no podía borrarla. ¿El motivo? Ni siquiera yo lo sé, simplemente no quería que cambiara nada que ella hubiera tocado. Decidí cerrar los ojos, dejar que la música me relajara. No tardé mucho en dormirme.

(Narrado por Elith)
Las horas junto a Adam se pasaban como minutos. No paraba de hablar, de decir estupideces que sabía que me harían reír.
-No ya enserio, me comí un gusano de gominola y todos dijeron que era una lombriz de verdad.
-Capullos.
-Te equivocaste de sexo.
-¿Cómo?
-Que no eran capullos, sino capullas.
-Oh, valla.
-Como os defendéis las mujeres unas a otras.
-Jaja, ¿perdón?
-Perdonada.
-No enserio, ¿cómo que como nos defendemos unas a otras?
-Sí, mira. Has sido feminista: Capullos, no capullas.
-¿No se supone que hablar en masculino incluye a los dos sexos?
-Sí, pero tu no lo has echo por eso seguro.
-No lo sabes.
-Si, yo lo sé todo.
-Bueno, sabelotodo. ¿Y qué te hicieron esas capullas?
-¿Ellas?
Asentí mirándole.
-Claramente ellas nada.
-¿Entonces?
-Ellos fueron los que me hicieron físicamente.
-Entonces son capullos.
-Y capullas.
-Como os defendéis unos hombres a otros.
-No es así.
-Sí lo es. Machista.
-¿Cómo quieres que defienda a esos... especímenes humanos sin cerebro, con vida cuyo motivo aun no ha sido identificado por la ciencia?
Me reí.
-Si que ha sido identificado.
-Eh, que su madre y su padre copularan y crearan una vida, no hace que sepan por que funciona su cerebro, si se le puede llamar así.
-Porque tienen cositas en su organismo con vida inteligente, y ya piensan por ellos.
Se rió.
-¿Cositas?
-Claro. Esas cositas ya piensan por todo él/ella.
-Feminista.
-¿Qué dije ahora?
-Cositas. ¿No pueden ser cositos?
Me reí y lo golpeé en el hombro.
-¿Sabes? Me caes bien.
-Yo caigo bien a todo el mundo.
Hizo como que se quitaba el polvo de los hombros. Me reí.
-Ya, por eso unos capullos te amargan la existencia.
-Eh, ¿quién ha dicho que me amarguen la existencia? Yo soy muy feliz solo.
-Si eres feliz solo, ¿por qué intentas llevarte bien conmigo?
Ahí lo dejé pillado. Se acarició el pelo y me miró. Al parecer tenía respuestas para todo.
-Pues, por tres razones.
-Haber, ilumíname.
-La primera es que eres mi compañera de asiento en el avión.
-Pero hay gente que tiene compañeros desconocidos y no se conocen ni tienen interés en ellos.
-Pero yo soy más cortés. Además me había quitado mi butaca.
Sonreí.
-¿Y la segunda y la tercera?
-La segunda es que sabía que no podrías resistirte a mis encantos.
-¿Cómo?
-Que en cuanto me vieras harías lo que fuera por hablarme, y quería evitarte los nervios.
Me reí.
-Yo no tengo vergüenza para hablar con personas como tú.
-Si, si mi sonrisa te deja alelada cariño.
Me sonrió. La verdad es que si que deja tonta a cualquiera con esa sonrisa.
-No te lo creas tanto, tienes una sonrisa como la de cualquier otro.
-Di lo que quieras, se que no piensas eso.
No dije nada.
-Bueno, ¿quieres saber la tercera?
Asentí.
-Pues... la tercera es que yo no puedo tener a una chica tan guapa sentada al lado y resistirme a ser amigo suyo.
-¿Guapa yo?
Creo que me sonrojé.
-No cualquiera tiene unos ojos tan bonitos, ni ese tono pelirrojo natural en un pelo tan cuidado como el tuyo.
-Son unos simples ojos verdes, y un pelo rizado. No tienen nada de especial.
-Tienen un verde diferente, difícil de ver. Y tu pelo es pelirrojo natural ¿no?
Asentí.
-Hay muy pocas españolas que tengan un pelo de un color tan bonito. Quizá por eso me gustan las pelirrojas.
Me reí.
-¿Me estás tirando los trastos?
-¿Quién yo? Nah.
-Pues tiene toda la pinta.
-¿Qué pasa? ¿Tiene algo de malo decirle a mi compañera de avión lo guapa que es?
-Claro que no.
-Si eres guapa, eres guapa. Esas cosas se dicen.
Sonreí.
-Los tíos no decís esas cosas.
-Yo no soy como los demás.
-¿Y como eres?
-Diferente.
-¿Diferente?
-Soy aquel chico que chicas como tú quisierais encontrar.
-Vamos un putón que te tira los trastos, te enamora, te parece prefecto, te folla y se larga. Como todos.
-No soy de esos.
-Eres un tío, así que eres como todos los tíos.
-Feminísta.
-Quizá. Si no demostrarais cada día que sois unos capullos quizá las chicas os valoraríamos mas.
Me acomodé de nuevo en mi butaca.
-No todos somos iguales.
-Esa era mi antigua teoría.
-¿Antigua teoría?
-Sí.
-¿Y cuando cambió esa teoría?
-Ayer.
-Valla, esta reciente.
-Demasiado.
Hubo un periodo de silencio. Adam me agradaba. Realmente no parecía como los demás, pero tampoco Mike era como los demás y al final... No, no quería acordarme de él ahora.
-Y cómo es que tu teoría...
-No preguntes. Cambiemos de tema por favor.
-Vale.
Adam sonrió.
-¿Cacahuetes tostados o maíz frito?
-¿Eing?
-Que si quieres panchitos o quicos.
Me señaló a la azafata que estaba detrás de él.
-No sé, ambos me gustan, lo que quieras tú.
Compró ambas cosas y dos coca-colas.
-Te gusta la coca-cola, ¿no?
-Sí, pero no me apetece.
-Pues es tuya, te la tragas.
-No, gracias enserio.
-No puedo beberme yo solo las dos.
Dejó una coca-cola en el reposa vasos de mi butaca.
-Déjala para después.
-Después estará caliente, y mala.
-Pero...
-O te bebes la coca-cola o derramo los panchitos y digo que has sido tu.
Suspiré y lo miré con mi mirada de corderito degollado, pero Adam estaba totalmente serio. No iba a cambiar de idea.
-Aggg... está bien.
Cogí la coca-cola y bebí un poco. Él sonrió satisfecho.
-Pero que conste que no me gusta que me inviten, asique la próxima vez me toca.
-No te dejaré invitarme.
-¿Por qué?
-Nunca dejo que la chica pague en la primera cita.
Me reí, eso no me lo esperaba.
-¿Esto es una cita?
-No sé. Mira la hora, es la hora para llevar a una chica a cenar, dar una vuelta, contemplar las estrellas bajo la luz de la luna...
Miré el reloj. Las diez y cuarto de la noche.
-Cierto, pero... ¿esto es una cena romántica?
Señalé las bolsas de frutos secos.
-No es romántica, ni se si puede considerarse una cena. Pero es original.
Sonreí.
-Además ¿quien te invitará a panchitos y quicos en una cita? Me aseguro de que nunca te olvidarás de mi.
Me reí y cogí un par de panchitos, llevándomelos a la boca.
-¿Por qué tendría que olvidarme?
-No sé. Imagina que no nos volvemos a ver. Siempre me recordarás como “el chico que me invitó a cenar frutos secos en un avión”.
-Cierto.
-¿No te lo decía yo? Aunque espero volverte a ver.
-¿A sí?
Asintió.
-Si no, ¿cómo piensas devolverme el libro si no?
-¿Me lo dejas?
-Si eso implica volver a verte, claro que si.
Sonreí.
-Gracias.
-Además, la segunda cita será mucho mejor.
Dijo mientras se llenaba la boca de quicos. Realmente me agradaba su compañía.
Cogí un puñado y me los fui comiendo uno a uno, en silencio, mirándolo, atenta a cada uno de sus movimientos. Cuando se llenaba la boca de quicos; cuando y como masticaba; las veces que inconscientemente me miraba, y que arqueaba las cejas, sonrojándose levemente y volvía a desviar la mirada, debía de tener una sonrisa de gilipollas que lo flipas en ese momento; cuando sonreía sin motivo, dejando ver su blanca sonrisa; cuando te apartaba el pelo de la cara, ese precioso pelo largo, moreno y que se movía suave con cualquier corriente de aire, estilo pelo pantene, pero en chico; cuando se rascaba la nuca y dejaba a la vista un pequeño tatuaje que tenía en el cuello, justo encima del primer hueso visible de la columna vertebral; cuando parpadeaba ; cuando bebía de su bote de coca-cola y se relamía esos labios carnosos, húmedos, apetecibles...
-¿Qué pasa?
Adam interrumpió mi fantasía.
-Eh, eh, ¿como? Nada.
Me reí.
-No paras de mirarme, no hablas, me estoy poniendo nervioso.
-Tu tampoco hablas.
-Bueno y ¿por qué me miras tanto?
-Supongo que eres lo más interesante en 150 metros a la redonda.
-Valla, me siento importante.
Ambos reimos.
-Hay cosas más interesantes.
-¿Como qué?
-Como la manera en que la azafata se coloca las medias y se acaricia los tobillos agotados por los tacones. O la manera en que el niño de la primera fila no para de encender y apagar el aparatito del aire, y como su madre le regaña, y no para de pedir perdón cada vez que la azafata los mira. O quizá la manera en la que el hombre de nuestra izquierda fuerza la vista, porque a pesar de llevar gafas no puede leer lo que pone en su revista. O quizá la burbujita que se infla y desinfla en la boca del crío que está dos filas más atrás de nosotros, pero en la izquierda, sin romperse, mientras el pobre duerme agotado, junto a su madre que no para de mirar el reloj.
-No me había fijado.
-Ya veo. ¿Sabes? Hay que fijarse en todo lo que tenemos alrededor.
-¿Por qué?
-Porque las cosas más insignificantes pueden influirnos mucho.
-Puede.
-Si, sino pongamos un ejemplo. ¿Ves aquella mujer que está dos asientos más adelante?
Asentí.
-Tiene un café. Lo remueve. Parece que está caliente.
-Sí, ¿y?
-¿Qué pasa si se quema, y lo lanza para atrás?
-¿Por qué iba a hacer eso?
-Es un ejemplo.
Lo miré sin entender.
-Si pasase eso, por ejemplo, el café saldría derramado, mojando a los dos hombres de delante nuestro y a ti y a mi, abrasándonos la cara, las manos... Asique influye en nuestras vidas.
Me reí.
-Es un poco exagerado, pero tienes razón.
-Lo sé.
Me sonrió. Era increíble como podía ver hasta lo más insignificante de todo.


jueves, 18 de agosto de 2011

Capítulo 16:


Una brisa fría me chocaba en la cara, cada vez la sentía más y más fría. Mis labios empezaron a secarse y tenia demasiado frió. Por desgracia desperté. El aire acondicionado me daba en la cara. Aquí tenia mi misteriosa brisa. Bajé la velocidad del aire y me reincorporé en el asiento. Eran las nueve. Había dormido casi tres horas muy confortables. Y la verdad, volvería a dormirme. Miré a Adam. Estaba leyendo un libro. Me miró.
-Por fin despiertas.
-No he dormido tanto.
-Si que lo has echo.
-¿Quieres que me tire un bueno de tantas horas sin dormir?
-No, pero podrías haber dormido a las 11 o 12 como todo el mundo.
-Oh perdón, no sabía que los aviones tenían horarios para dormir.
-Pues si, los tienen.
Suspiré.
-Nunca habías montado en avión, ¿verdad?
-Nunca.
Se rió.
-¿Qué tiene de gracia?
-Ninguna.
-¿Entonces por qué te ríes?
-¿Por qué haces tantas preguntas?
-¿Por qué no te limitas a contestarlas?
Sonrió y retomó la lectura de su libro.
-Oye, contestame.
-No tengo por qué.
Suspiré.
-Cierto.
Sonrió sin mirarme y continuó leyendo.
-¿Qué lees?
Sentí curiosidad.
-Un libro.
-Anda, ¿de verdad?
-Si, de verdad.
-¿Y de qué es el libro?
-De papel.
Estaba empezando a tocarme la moral.
-¿Enserio?
-¿En qué momento ves que esté de broma?
Suspiré e intenté relajarme.
-¿Qué libro es?
-El que tengo entre las manos.
El colmo.
-¿Intentas cabrearme?
Se rió.
-Contesta.
-Estoy leyendo.
-Para de hacer eso.
-¿El qué? no hago nada.
-Para de hacer eso.
-¿De leer? No que está interesante.
-Ya me has cabreado, trae acá.
Le quité el libro.
-Devuélvemelo.
-No.
Leí el titulo.
-Química Perfecta.
-Sí, ¿me lo devuelves ya?
-No.
Lo miré.
-¿De qué va?
-¿Te gusta A tres metros sobre el cielo?
-Si.
-Parecido, pero mejor.
-¿Para qué lees algo parecido?
-Ya lo he dicho, es mejor.
-Valla.
-¿Me lo devuelves ya?
-No.
-Por favor.
-No.
-Elith.
-Mira si te acuerdas de mi nombre.
-¿Como iba a olvidarlo?
-Olvidándolo.
-Devuélveme el libro.
-Dime de qué cojones te reías antes.
-Que vocabulario.
-Eso no era.
-¿Y tú que sabes?
-Simplemente lo se.
-Lo dudo.
-¿Por qué?
-No pareces suficientemente espabilada.
Solté una carcajada desganada.
-¿Me estás llamando tonta?
-No, simplemente poco espabilada.
-Es lo mismo.
-Puede, pero tonta es más vulgar.
-¿Llamas vulgar a mi vocabulario?
-Puede.
-Te estás poniendo insoportable.
-Y tú pesada.
-¿Perdona?
-Disculpa aceptada.
-Ya me cansé, haz lo que te de la gana, pero no pienso devolverte el libro.
-Siempre hago lo que me da la gana. ¿Me lo devuelves?
-No se.
-¿No sabes?
-Pregúntale a la señora de atrás.
-¿A la señora de atrás? ¿Por qué?
Me giré y miré a la señora de la butaca justo detrás de mi.
-Perdone señora, ¿le gusta leer?
-Si, ¿por qué?
-Entonces perfecto. Tome.
Le entregué el libro.
-Es un regalo de mi amigo, dice que está muy bien.
Me senté de nuevo mientras Adam reía desganado.
-¿Qué has echo?
-Contestar a tu pregunta.
-Es uno de mis libros favoritos, es la quita vez que lo leía.
-Así te sabes el final.
Adam se giró.
-Perdone señora, ¿puede devolverme mi libro? Mi “amiga” no me consultó, y es muy importante para mi.
La señora se rió.
-Tome joven.
Pude oír como después le decía a su marido:
-Ais, estos jóvenes de hoy en día, me recuerdan mucho a nuestra juventud.
Bueno al menos la señora había resultado contenta, a pesar de que Adam le quitara su regalo.
Miré a Adam. Este me miraba con la boca abierta, sin saber que decir.
-¿Qué?
-Eso no me lo esperaba.
-Contaba con ello.
-¿Cómo has podido?
-No haberme tocado la moral.
-Estaba de broma.
-Y yo.
-Dale mi libro a una señora no tiene gracia.
-Nunca sabes que puede pasarme por la cabeza.
Se rió.
-¿De qué te ríes ahora?
-De nada.
-Claro.
-Antes me reía porque..
-¿Por qué...?
-Me encanta ser tu primera “pareja” de avión.
Sonreí.
-¿Y ahora por que te ríes?
-Me encanta no saber que se te puede pasar por la cabeza en cada momento.
Me reí.
-A mi también.
-¿A ti también qué? ¿Que te encanta que sea tu primera pareja de viaje, o que te encanta que no sepa que se te pasa por la cabeza en cada momento?
Me reí.
-¿De qué te ríes?
-Dejalo en a mi también.
Sonrió.
-¿Me dejarás el libro alguna vez?
-¿Para que se lo des a señoras desconocidas? No.
Me reí.
-Para leerlo y devolvértelo.
-Mmm... quizá, siendo así, me lo piense.
-Oh.
-¿Pero cómo sé que me puedo fiar de ti?
-Soy Elith.
-Eso ya lo sabía.
-Siempre cumplo lo que digo.
-No sé, tendré que comprobarlo.
Ambos reímos. Después Adam se quedó mirándome y sonrió. Yo también le sonreí. Tenía una sonrisa preciosa, brillante, perfecta, atractiva, blanca, bonita, maravillosa. Sí, era más bonita que la de Mike, aunque particularmente no me apetecía comparar. Para mi Mike seguía siendo mi mejor amigo, y el chico del que siempre he estado enamorada, por lo cual su sonrisa siempre sería la que más me gustara. Pero la de Adam era... Era, simplemente.

martes, 16 de agosto de 2011

Capítulo 15:


Como seguía sin contestar me quitó un auricular. Lo miré.
-¿Quieres algo?
-Si.
-Dime pues.
-Estás sentada en mi butaca.
¿En su butaca?
-No, esta es la mía, creo que te equivocas.
-Vuelve a mirar el numero de tu billete.
-Mi billete marca el 9.
-Y estás sentada en la 8.
-Eso no es..
Me giré para comprobarlo y efectivamente: me había equivocado de butaca. Puede notar que me sonrojaba levemente.
-Perdón, lo siento, me equivoqué.
Se rió. Me levanté para sentarme en mi butaca y el me detuvo.
-Dejalo, ¿quieres ir al lado de la ventanilla? Pues da igual, yo me siento en la butaca 9.
-¿De verdad?
Asintió. Yo le sonreí.
-Gracias.
Se sentó en la butaca u me sonrió.
-No las des, ya que vamos a ser compañeros de butaca-me ofreció su mano- hola, soy Adam.
-¿Adam?
-Si, es un nombre muy común.
-Lo sé, pero eres el primer Adam que conozco.
-Me alegro, así seré tu único Adam.
Me reí.
-Soy Elith.
-¿Elith? Ese no nombre si que no lo he oído.
-En realidad es Elizabeth, pero me gusta que me llamen Elith.
-Elizabeth ¿eh?
-Si, ¿algún problema?
-No, solo que eres la única Elizabeth que conozco.
Me reí.
-Así seré tu única Elizabeth.
Sonrió.
-Encantado Elizabeth.
-Elith.
-Bueno, encantado igualmente Elith.
Sonreí.
-Encantada.
La verdad, no quería ninguna compañía, ya que suele resultar incómoda, pero el chaval era bastante majo. Esperaba que el vuelo fuera más entretenido de lo que esperaba.
-¿Qué edad tienes Elith?
-Diecisiete, ¿y tu?
-Diecinueve.
-Viejo.
Me miró enarcando las cejas.
-Enana.
Mierda, lo había dicho. Jake volvió a mi cabeza, y me entristecí. Cerré los ojos para evitar que Adam pudiera ver como se llenaban de lágrimas.
-¿Te ha molestado?
Negué.
-No tranquilo.
Sequé las lagrimillas que asomaban por mis ojos y le sonreí.
-No lo dije con intención de..
-Da igual, enserio. Solo que ese apodo solo me lo había dicho una persona hasta ahora y...
-Conozco las historias así. Déjame adivinar. Era tu novio, te dejó y estás jodida.
-No.
-¿No?
-No quieres saber la historia.
-Perdona si soy descortés o metomentodo pero me gustaría saberla.
-¿Enserio?
-Si, puedo ser muy curioso a veces.
-Era mi hermano.
-¿Era?
-Falleció cuando yo tenía apenas 9 años.
Apretó la mandíbula.
-Lo siento... soy... demasiado curioso, lo que me hace demasiado imbécil. No pensaba...
-Está bien.
Asintió. Después de eso hubo un incómodo silencio. Lo había dejado cortado, asique tenía que arreglarlo.
-Oye no te preocupes enserio, no lo sabías. Simplemente comparaste mi historia con la de alguna amiga tuya.
-Ex amiga más bien.
Sonreí.
-No te culpo.
-Gracias.
-No las des.
Le sonreí.
-Bueno, y... ¿qué paso con esa amiga?
-Preferiría no hablar del tema.
-A veces puedo ser muy curiosa.
Me miró serio.
-Me lo debes.
-Tienes razón.
Esperé a que empezara su historia.
-Digamos que una amiga mía me falló.
-Suele pasar.
Me miró molesto.
-Perdón, continua.
-Como decía, una amiga mía me falló. Eramos mejores amigos, aunque yo muchas veces llegué a verla como algo más. Nos enrrollábamos de ves en cuando, ella me confundía. Hasta que un día la llame princesa.
-¿Princesa?
-Si, me había “enamorado”-dijo irónicamente.
-¿Por qué lo dices en todo irónico?
-Bueno, pensé que me gustaba, pero por suerte era simple atracción.
Asentí.
-Cuando la llamé princesa tuvo un raro arranque de ira y me golpeó en la cara. Necesité tres puntos en la ceja y uno en el labio.
-Que violenta.
-Sí, a causa de eso y de algunas cosas que me contaron sus otros amigos descubrí que no estaba muy bien de la cabeza.
Me reí.
-Lo siento los tu ceja.
-Gracias.
Me sonrió.
-¿Y qué más?
-Su novio, un capullo integral, alcohólico y drogadicto la llamaba así. La chica tenía un trauma puesto que él la violaba, le pegaba y la trataba fatal.
-Valla...
-Tenía como una especie de trauma a esa palabra.
-Pobrecita.
-Sí, después de eso ella y su hermana me hicieron la vida imposible. Por lo cual tengo pocos amigos.
-Pero si eres muy majo.
-Gracias por el cumplido, pero cuando alguien inventa un rumor y lo difunde por todos, y los que saben que es mentira lo hacen solo por ser sus “amigos”, terminas con pocas opciones.
-Pero ¿y la gente nueva? No tienen por que conocer a esa chica.
-La academia donde la gente con la que pueda relacionarme y yo asistimos, está totalmente controlada por su hermana.
-Que putada.
-Si, pero estoy acostumbrado. Aunque luego conoces a gente tan maja como mi amiga Elith en un vuelo de vuelta a estudiar, y merece la pena.
Sonreí y me fijé en la sinceridad de sus ojos.
-Digo lo mismo.
Me sonrió también, pero no me dejó que pudiera ver sus ojos, sabía bastante de miradas por lo que pude comprobar.
-¿Y a que venía la de “suele pasar”?
-Pues- esa pregunta no me la esperaba.- Mi mejor amigo también me ha fallado, asique, opino que suele pasar que la persona que menos te esperes de falle, y te decepcione.
-Supongo que tienes razón.
Suspiré.
-Me gustaría oír tu historia.
-Quizá en otro momento, quiero dormir un poco.
Me sonrió.
-Como veas.
Bajé la cortinilla de la ventanilla y me recosté cerrando los ojos. No me costó mucho dormirme.

jueves, 11 de agosto de 2011

Capítulo 14:


(narrado por Elith)
-Mike...
Sí, él estaba allí. Me había echo a la idea de que no volvería a verlo hasta el verano, pero estaba allí. Parecía nervioso. Una parte de mi no quería que lo estuviera, quería que se fuera, sin embargo, la otra parte de mi he de reconocer que estaba encantada de verlo una vez más.
-¿Podemos hablar un momento? En privado...
Me lo pensé un poco y asentí.
-Mike yo...
Puso su dedo indice en mis labios, interrumpiéndome.
-No digas nada, quiero que me escuches.
Asentí y el me miró a los ojos.
-Perdoname. Ayer me comporté como un verdadero idiota. Lo siento. Dije cosas que sabía que te harían daño, siento ser un capullo y un cerdo.
Me dolió. ¿Sabía que me dolerían?
-Si eres un capullo y un cerdo.
Me miró y tragó saliva.
-¿Y sabes qué? No quiero escuchar nada más.
-Pero Elith yo..
-No. No digas nada más Mike. Pensé que me dirías que estabas borracho, que no te acuerdas, que no lo pensabas. Pero sabes perfectamente lo que pasó, y lo dijiste para joderme. Lo cual quiere decir que lo piensas.
-¿Qué? No Elith enserio, yo no...
-Callate por favor.
En ese momento avisaron de la salida de mi vuelo por megafonía. Miré a Mike.
-Que te valla bien Mike, espero que seas muy feliz.
Hice el amago de irme, pero me cogió de la muñeca.
-No Elith, por favor escuchame. Yo no quería hacerte pensar eso. Lo siento.
-Pues me lo has echo pensar.
Me soltó.
-Si me disculpas, tengo prisa.
Miró al suelo. Yo me giré y me fui a la cola del avión. Mamá me besó la mejilla y Nikki me abrazó de nuevo. Miré en la dirección donde Mike estaba. Pensaba que se habría ido, pero seguía allí, mirándome en silencio. Jeremy se le acercó y le golpeó en el hombro. Mike lo miró y le empujó.
-Eh tio, ¿qué haces?- le gritó Jeremy.
-Ni se te ocurra tocarme.
Mike lo miró como enfadado. No lo entendía, era su mejor amigo últimamente.
-¿Qué te pasa conmigo? Anda ven aquí.
Jeremy intentó abrazarlo, pero Mike lo empujó tirándolo al suelo.
-¡Que no me toques!
Mónica y Nicole ayudaron a Jeremy a que se levantara.
-¿Qué haces Mike?-dijo Mónica y lo miró desafiante.
-Él sabe muy bien lo que me pasa.
-Aun así no era motivo para que me empujases.
-¿Qué no es motivo? Además, te he dicho que no me tocases.
Juan se le acercó y lo achuchó.
-¿Qué pasa? ¿El guaperas no ha conseguido a la chica? Por favor- se rió- Elith no es el tipo de chica con las que sueles estar, relajate.
Juan puso su mano en el hombro de Mike y lo zarandeó levemente. Este le pegó un puñetazo en el ojo derecho y le gritó:
-¿Crees que la comparó con ellas? Sé que Elith no es así grandullón.
Todos lo miraron atónito. Alice lo abrazó
-Vale ya Mike.
-¡Suéltame!
-No voy a soltarte.
Se deshizo de ella y de todos los que se le acercaron a él. Pronto se formó una pelea. La azafata me pidió el billete. Le pedí que esperara y corrí hacia mis amigos. Los aparté de él y lo miré. Me miró cabreado. Le propiné una bofetada. La marca de mis dedos se quedó marcada en su mejilla. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Lo abracé con fuerza. Mike apoyó su cabeza en mi hombro y dejó que las lágrimas corrieran por sus mejillas. Fue como en aquella pelea en primaria. Un niño me levantó la falda del vestido.
-Elith es mia ahora.
-No soy tuya tonto del culo.
Mike y yo habíamos discutido porque me dijo que mi vestidito verde no le gustaba.
-Si, por que has roto con tu novio y ahora eres mi novia.
-No tengo novio.
-Ahora si, dame un beso.
Él niño intentó besarme y me caí al suelo al empujarlo. Empecé a llorar. Mike empujó al niño, pero el otro que era un bruto lo humilló.
-¿Que pasa? ¿Tu novia te ha dejado?- se rió en su cara y entre él y dos más no paraban de repetir:-Te ha dejado , te ha dejado..
Las típicas estupideces de críos que nos duelen con 5 años. Mike empezó a llorar y yo, que había dejado de llorar hacía bastante, lo abracé. Él me miró avergonzado y salió corriendo.
-Ya paso Mike...
Asintó abrazándome.
-Les pedirás perdón y te irás a casa.
-Perdoname...
Suspiré y lo seguí abrazando.
-Me hiciste mucho daño Mike, no puedo olvidarlo así como así.
Me miró y lo miré. Me destrozó la forma en que sus lágrimas dejaban ver la sinceridad en sus ojos.
-Siento haberlo jodido todo, te... te quiero Elith.
Lo besé en la mejilla. Él sonrió.
-Estoy seguro de que serás una actriz maravillosa Elith.
Sonreí, pero no me dejó hablar. Me besó la mejilla y salió corriendo. Igual que aquella vez. Vi como se alejaba. En ese momento la azafata me llamo.
-Perdone señorita pero el avión debe salir.
Asentí.
-Ya voy, perdone.
Miré a Juan y al resto.
-Perdonarlo, ha sido culpa mía, no se lo tengáis en cuenta, es... como un niño pequeño.
Se rieron y asintieron. Yo sonreí, pero no quería haber dicho eso, sobre todo estando Jeremy delante.
-Venga vete- me dijo Mónica.
-Os quiero chicos, os echaré de menos.
Corrí hacia la azafata y le di el billete. Todos me miraban. Algunas, como Nicole ponían caras descontentas; otros, como era el caso de Jeremy, mostraban su felicidad. Desde que rechacé a Jeremy aquella vez que intentó meterme mano en la fiesta de uno de los cumpleaños de Mike, nunca había sido igual entre nosotros.
Subí al avión y busqué mi asiento. Por suerte me tocó sentarme sola, no quería acompañantes incómodos. Saqué mi walkman del bolso. Dentro estaba el CD que Nikki me había regalado. ¿Qué mejor que un largo viaje para escucharlo?
Apenar había escuchado la mitad de la primera canción cuando alguien se paró a mi lado. Lo miré de reojo y lo ignoré.
-Perdona.
No lo escuché.
-Perdona-repitió.
Como seguía sin contestar me quitó un auricular. Lo miré.
-¿Quieres algo?-le pregunte sin mirarlo.
-Si.
-Dime pues.
-Estás sentada en mi butaca.

lunes, 8 de agosto de 2011

Capítulo 13:


(Narrado por Elith)
La una del mediodía. Cinco horas más y cogería aquel avión. Tenía demasiadas ganas. ¿Cómo serían las clases allí? En Estados Unidos, siempre había querido ir allí. Sitio nuevo, vida nueva. Claro que no me olvidaría de Nikki, ni de Alice, ni de Mónica, no de Juan, ni de Jeremy. Y aunque me costase reconocerlo, no quería olvidarme de Mike. Estaba resentida y dolida por su culpa, pero era mi mejor amigo. ¿Cómo puede olvidarse a una persona que conoces desde que tu memoria empezó a funcionar? Aunque iba a tener que ganárselo para que quisiera volver a hablarle o a verle. Vale que me fuese a morir por dentro cuando lo viese, pero mi orgullo es una pieza importante de mi. <<Por eso es bueno que me valla a Estados Unidos, allí no tendré que verlo por las esquinas y será más llevadero>> pensé.
Nicole estaba tumbada en mi cama, haciéndose mil fotos con su cámara nueva.
-Ponte para alguna, que luego no voy a tener ninguna contigo en mucho tiempo.
Sonreí y me acerqué a ella. En un rato pudimos hacer mínimo 70 fotos de 50 maneras diferentes. Las otras 20 eran de las típicas: “esta no me gusta, repite”.
Pronto mamá me llamó para que la ayudara en la cocina. Nikki y yo bajamos a ayudarla, bueno, ella solo me acompañó. Nikki se sentó en la mesa y se encendió un cigarro. Mientras yo piqué un poco de cebolla. Mamá en cambió coció los macarrones y preparó la salsa bechamel.
-¿Te quedas a comer Nikki?
-¿Qué es eso?- preguntó curiosa.
-Salsa bechamel, está muy rica- le contesté yo mientras sofreía la cebolla.
-No sé si me gustará
-A mi me encanta.
-¿Y crees que me va a gustar?
-Puede, a mi me encanta.
-Entonces si dices que me va a gustar puede que me guste.
Mamá sonrió.
-¿Entonces te quedas?
Nikki asintió.
-¿Puedes ir poniendo la mesa Nikki?- pregunté.
-Mmmm... si no hay más remedio.
Me reí y mamá sonrió.
Nikki puso la mesa y volvió a sentarse esperando que la comida estuviese echa. Sofreí también el bacon y el jamón en tacos con la cebolla y después mamá echó los macarrones. Después añadimos la bechamel y mamá fue sirviendo los platos.
-Ves a llamar a Joseph.
-Sí mamá.
Me asomé a la puerta del salón. Joseph estaba viendo la tele.
-A comer.
Me miró y asintió.
-Ya voy.
Volví a la cocina y saqué una botella de vino, y una coca-cola que había en la nevera. Mamá sirvió los vasos y Joseph se sentó también en su silla.
-Que aproveche- dije sonriendo a mamá.
Ella también me sonrió y todos empezamos a comer. Bueno, nosotros tres, Nicole estaba comiendo desde que el plato estaba en la mesa.
-¿Te gustan?- le preguntó mamá.
-Si, están buenos, pero me gusta más la paella de mi tía.
Me reí.
-No has probado la paella de mi madre.
-La de mi tía es la mejor.
-Yo prefiero la de mi madre.
-Pues eso es por que estás acostumbrada.
-Digo lo mismo.
-Pero la de mi tía es mejor.
Suspiré.
-Come y calla.
Mamá me miró y continuó comiendo, sin decir nada.
Cuando acabamos recogí la cocina y Nikki me medio ayudó.
-¿Te importa si vamos a algún sitio? Y así puedo quedar con algunos de los de la pandilla y me puedo despedir de nuevo.
-Vale, pero quería echarme a la siesta. Pero bueno, un día es un día, para que luego digas que te dejo tirada por dormir.
Me reí y fui al baño para peinarme. Me dejé el pelo suelto, somo siempre. Después fuimos a la cafetería peculiar de siempre. ¿Cómo no? Allí estaban todos. Nicole se pidió un descafeinado de sobre, y yo un té americano( té con leche y canela), me encantaba. Uno de los chicos pidió una shisha( Cachimba, para quien no sepa lo que es) grande de cereza. Todos estuvimos fumando “la pipa de la paz”. ¿Quién sabe cuando volvería a repetirse esto? Estando yo presente claro. No me dejaron pagar mi parte de la shisha, ni tampoco mi té. Vale que me iba, pero no me gustaba que me invitasen.
Nicole me llevó a casa. Eran las cinco y media, asique tenía que coger todo e irme al aeropuerto. Cogí las maletas. Joseph las metió en el coche y Nicole nos acompañó.
Para mi sorpresa allí estaban todos. Bueno, casi todos, faltaba él...
Volví a abrazarlos. Alguna que otra lagrima salió tanto de mis ojos como de los ojos de mis amigos de toda la vida.
-Te vamos a echar mucho de menos Elithita.
-Eh, Jeremy no me llames así.
-Perdón.
-¿Dónde está...?
Jeremy me miró.
-¿Quién?
-Nadie, tranquilo.
-Le sonreí.
Debió supones a quien me refería, y también que anoche no nos fue muy bien.
-Bueno bueno, chicos que me la sobáis y yo también quiero despedirme-dijo mi madre haciéndose hueco como podía.- Mi pequeña, te voy a extrañar mucho.- Me abrazó.
-Y yo a ti mamá.
Correspondí a su abrazo. Después Joseph se unió, más tarde Nicole, y después todos mis amigos.
-Abrazo colectivo- escuche decir a Mónica.
Me reí como pude. Creo que incluso empezó a faltarme el aire de tanto abrazo.
-Ya vale que me ahogáis- conseguí decir.
Todos rieron y se apartaron.
-Gracias
Sonreí. Nicole miró detrás de mi.
-Guay..
-¿Qué pasa Nikki?
No me contestó.
-Hola Elith.
Alguien me habló desde detrás de mi. Me giré.
-Mike...